“De todas las variedades de virtud, la generosidad es la más estimada”.
Veamos qué dice la ciencia y la psicología sobre esta frase atribuida a Aristóteles.
Aunque la práctica de la generosidad suele ser espontánea, sobre todo en casos de catástrofe o emergencia, como un acto sublime de empatía, a lo largo del tiempo, y prácticamente en todas las culturas, se le ha considerado como una virtud, más allá de la situación socioeconómica de las personas.
La psicología había sugerido que el motivo para el comportamiento altruista es el incremento de felicidad que provoca –de hecho se le conoce a esta sensación como efecto de brillo cálido–, sin embargo no ofrecía una explicación sobre los procesos neuronales que los vinculan.
Para investigar esos procesos del cerebro, la profesora Soyoung Park, del Departamento de Psicología de la Universidad de Lübeck, dirigió un estudio que analizaba la actividad cerebral de 50 participantes, a quienes se les dio la misma cantidad de dinero durante cuatro semanas; 25 de ellos debían gastarlo en sí mismos y los restantes, en alguien más. El estudio arrojó interesantes resultados, pues quienes habían gastado el dinero en otra persona, se mostraron más generosos al realizar otras tareas, y sus cerebros mostraron más actividad en un área vinculada con el sentimiento de felicidad.
Las imágenes de resonancia magnética mostraron más actividad en el área cerebral conocida como la unión temporoparietal, y modulaban la conectividad entre esa región y el núcleo estriado relacionado con los cambios en la felicidad. También se asoció una activación más alta del área septal con una menor actividad en una estructura cerebral llamada amígdala, vinculada a las respuestas de miedo y estrés. En pocas palabras, el vínculo entre la generosidad y la felicidad tiene que ver con la interacción entre dos áreas cerebrales, la unión temporal parietal y el estriado central.
De acuerdo a los comentarios de los investigadores: “El compromiso público funciona. Cuando la gente se compromete a realizar una acción generosa –como invertir el dinero recibido en otra persona–, la unión temporal parietal desempeña un papel esencial en superar los motivos egoístas personales, incluso aunque la generosidad tenga un coste para uno”.
Olga Fernández, creadora del método RAN (Recuperación del Abuso Narcisista), dice que el poder de dar se manifiesta en la amabilidad y generosidad que le otorgas a otra persona. Cuando le das a otro, desinteresadamente, la energía vibratoria que emite tu subconsciente es más fuerte. El poder de dar, según la neurociencia, es que uno se siente bien.
El grado de generosidad no es determinante para incrementar el bienestar. Philippe Tobler, neuroeconomista de la Universidad de Zurich, en Alemania, dice que “…no necesitas convertirte en un mártir para ser más feliz. Con ser un poco más generoso, basta”.
Más allá de las creencias religiosas, prácticas espirituales y/o valores adquiridos, la conclusión a las que nos llevan estos estudios es a la forma en la que debe estimularse la práctica de la generosidad dentro de la educación, la política y la salud, así como dejar de sobreestimar el efecto en los motivos egoístas para alcanzar la felicidad.
Hacer algo por otra persona, otra institución u otros seres sintientes, proporciona el efecto de brillo cálido, reduce el miedo y el estrés, y es por ello que en el colegio nos ocupamos de incluir proyectos en donde, junto con los niños y sus familias, podamos hacer de estas experiencias, prácticas constantes en nuestra vida.
En esta temporada decembrina, en la que solemos regresar nuestra mirada a los demás, démonos la oportunidad de ser generosos con quienes más lo necesitan, que solo cosas buenas puede traernos.
“Con el tiempo y la madurez, descubrirás que tienes dos manos; una para ayudarte a ti y otra para ayudar a los demás”.
Audrey Hepburn
Para este breve resumen se utilizaron como fuentes las revistas Nature Communications, Psychosomatic Medicine; Jounal of Biobehavioral Medicine, un artículo del periódico La Vanguardia y del Deutsche Welle.