En nuestro último consejo técnico y actualización del personal, tuvimos una plática sobre el niño interior, impartida por nuestra querida Entrenadora Auxiliar, Carmela Fierro.
Carmela nos invitó a hacer un viaje por el tiempo para encontrarnos con el niño o niña que algún día fuimos, tratando de ir a los recuerdos más lejanos, a las impresiones que han permanecido en nuestra memoria y que, más allá de que puedan estar algo distorsionados, nos llevan a periodos específicos de nuestra vida.
Un álbum fotográfico puede ser un buen recurso para detenernos a observar en dónde estábamos y con quién, cómo vestíamos, qué estábamos haciendo, cómo nos sentíamos; cómo era entonces la vida para nosotros, la relación que teníamos con nuestra familia y las personas más cercanas a ella. Quizás venga a nuestra mente alguna anécdota, alguna frase o algún aroma.
Ese primer paso nos puede llevar a otros, a sacar del archivo de nuestra memoria situaciones de antaño expresadas por un tercero, ese que ahora somos nosotros, los del aquí y el ahora. Quizás podamos reconocer el amor que nos brindaban, los apapachos, las complicidades, los logros, la presencia de nuestras figuras importantes; quizás también podamos encontrar soledad, tristeza, injustica, frustración o ausencia. Esas emociones en la infancia y la niñez fueron ingredientes importantes en la formación de nuestra personalidad.
Revisar nuestra propia historia nos permite reconocer el vínculo que tuvimos con nuestros cuidadores primarios: madre(s), padre(s), abuelos, tíos, hermanos, maestros, nanas… aquellos que, en su momento, nos dieron la confianza y el deseo para querer conocer el mundo. Esos vínculos, fuertes o débiles, son el fruto de los vínculos que estas personas aprendieron cuando fueron niños. Sin dolo ni premeditación, las personas ejercemos las capacidades que hemos desarrollado, y con ellas nos relacionamos.
Ahora podemos hacer un alto, detenernos y reflexionar sobre el vínculo que estamos creando con los niños, ya sean nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros alumnos… Observar qué patrones puedo estar repitiendo, cómo me proyecto en ellos y qué expectativas o prejuicios empañan mi acercamiento. Quizás cómo, sin haberlo razonado, me altera un comportamiento o un gesto que, inconscientemente, relaciono con mi propia experiencia.
Si descubrimos que hay algo que podamos mejorar, aunque todavía no tengamos claro qué es, tenemos la obligación de actuar en consecuencia.
Podemos empezar por revisar nuestros vínculos en la infancia y la niñez, después, indagar sobre la infancia y la niñez de nuestras figuras importantes. Entender los contextos, tratar de generar empatía con ellos, soltar y hacernos responsables de las heridas que pudiéramos tener. Hoy nos corresponde trabajar con nosotros mismos para ser mejores adultos para los niños.
Empezar cada día con la gran oportunidad de ver en ellos, a un niño nuevo, uno que está en el proceso de su propia construcción, y para quien seguimos siendo sus personas importantes, de cuya aprobación y límites, amor y confianza, formarán los cimientos para sus futuros vínculos, los que hagan en la vida adulta, ya sea como profesionista, como pareja o compañero, pero siempre, como figura de cambio.
Carmela también me compartió una frase que le gustó y que viene muy a cuenta:
“En la vejez los pasos son lentos, porque el anciano carga con un niño, un joven y un adulto en su propia historia”.
Contactar y llevar con nosotros a este niño que forma parte de nuestra historia nos ayuda a conectar mejor con el resto de los niños, no para actuar de manera infantil, todo lo contrario, para ponernos en su lugar con empatía, conocerlo de verdad y entonces sí, ofrecerle lo que esté necesitando.
Ojalá pronto podamos contar con una plática de nuestra querida Carmela para que nos guíe con profundidad en lo que he relatado de forma sucinta, y nos atrevamos a tener una sesión con nosotros mismos, mirándonos fijamente a los ojos en un espejo, sin más presencia que el reflejo nos regale.
Vale la pena trabajar con nosotros mismos en beneficio de todos los niños, para quienes seguimos siendo su faro, su modelo y su contención.